miércoles, 23 de noviembre de 2016

Noveno Dia




El único sacrificio

Los otros sacerdotes fueron numerosos, pues siendo mortales no podían permanecer; Jesús, en cambio permanece para siempre y ningún otro lo reemplaza. Hb. 7,23.

La presencia del sacerdote es para ofrecer el sacrificio sensible a Dios reconociendo su altísima majestad y los deberes de la criatura. Los sacrificios en la ley mosaica eran muchos con distintas finalidades y al venir el Mesías los suprimió quedando solo Jesús Mesías como ofrenda al Dios vivo.
El concilio de Trento iluminado esta verdad dijo: “si alguien dijese que en la misa no se ofrece un verdadero y propio sacrificio… y que las palabras: haced esto en memoria mía que pronunció Cristo no fueron para hacer a los apostales sacerdotes o que no ordeno que ellos u otros ofreciesen su cuerpo y su sangre, sea anatema”.

Esta doctrina nos indica que la misa es sacrificio verdadero y que el sacerdote elegido por Dios es
 el responsable de dicha misión, pues en la economía de la salvación Jesús es el nuevo sacrificio, siendo como dice la liturgia, a su vez víctima, sacerdote y altar.
 El objetivo del sacrificio es para acercarse a la Divinidad, cumpliendo las siguientes instancias: alabar a Dios, darle gracias pedirle perdón de los pecados y su protección en todo el quehacer diario.
La Eucaristía es el nuevo y único sacrificio. Pues el canon 897 claramente enseña: es el sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo, Señor nuestro. Los demás sacramentos y sus actividades apostólicas tienden a este centro. Por esto, San Paulino decía: la carne del Señor con la que me sustento es la misma que estuvo clavada en la cruz.

Llevado de estos principios, para desarrollar mi vida cristiana debo seguir el método dejado por Jesús, evitando la vanidad de crear métodos de sacrificios que no son los de Jesús sino de los hombres.

Que la devoción a Jesús del Gran Poder me ilumine, me despierte y que el culto que hago participando en la Eucaristía sea para crecer en mi vida de bautizado. Que me sienta feliz porque no debo llevar muchas ofrendas, sino una sola, la de mi Jesús presente en la misa, en la Eucaristía.

El responsable de dicha misión, pues en la economía de la salvación Jesús es el nuevo sacrificio, siendo como dice la liturgia, a su vez víctima, sacerdote y altar.
 El objetivo del sacrificio es para acercarse a la Divinidad, cumpliendo las siguientes instancias: alabar a Dios, darle gracias pedirle perdón de los pecados y su protección en todo el quehacer diario.
La Eucaristía es el nuevo y único sacrificio. Pues el canon 897 claramente enseña: es el sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo, Señor nuestro. Los demás sacramentos y sus actividades apostólicas tienden a este centro. Por esto, San Paulino decía: la carne del Señor con la que me sustento es la misma que estuvo clavada en la cruz.
Llevado de estos principios, para desarrollar mi vida cristiana debo seguir el método dejado por Jesús, evitando la vanidad de crear métodos de sacrificios que no son los de Jesús sino de los hombres.


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