Jesús con su muerte paga por nuestros pecados
Viendo a Dios que había mucha maldad en la tierra y que todos los
pensamientos del corazón se dirigían hacia el mal, le peso haber hecho al
hombre sobre la tierra. Gn. 6,5.
La historia moral de los pueblos y de las personas
está llena de costumbres malas, viciosas. A veces el mismo hombre en su
progreso humano se dedica a aprender, a practicar el vicio, a alimentarse de
los vicios. No es raro, los siete pecados capitales son el alimento de la
constitución de pueblos y del ser humano. Esto nos debe hacer pensar la
conclusión bíblica: Dios está arrepentido de habernos creado, de habernos dado
el dominio de la tierra.
Con esta educación para el mal y viendo que por si
mismo el hombre no puede hacer el bien, Dios, autor de la creación planifica
venir a librar al hombre de la maldad y del vicio. El mismo Dios se declara su
salvador, enviando a su mismo Hijo. No duda en permitir perder su categoría
divina, tomando carne humana, vivir como esclavo y morir como clavado en la
cruz con desprecio de su pueblo elegido.
Esta pedagogía-proceso divino, la encontramos descrita
en Isaías 53: “Carecía de presencia para provocar nuestro amor. No hay belleza
en el para fijar nuestros ojos. Los hombres lo despreciaron, lo desampararon.
No hicimos caso de él. Llevaba nuestros pecados, nuestras vanidades. Por
nuestras iniquidades fue triturado. Sobre el recayó toda la iniquidad de
nosotros”.
Y próximo a presentar su ofrenda de salvación a sus
apostales les decía: “Vamos a Jerusalén y el Hijo del hombre será entregado a
los príncipes de los sacerdotes, a los escribas. Ellos lo condenaran a muerte y
lo entregaran a los gentiles; harán burla, lo escupirán, lo azotaran y le darán
muerte. Pero a los tres días resucitara”. Mc 10,13.
Este mensaje no lo entendieron los apostales. Fue
necesario que sucediese el hecho de la resurrección, pruebas y más pruebas y
especialmente la venida del Espíritu Santo para ser los pregoneros de la nueva
verdad de la muerte y resurrección de Jesús.
Que el Señor tenga misericordia y por esta bendita
imagen de Jesús del Gran Poder, yo comprenda quien ha sufrido, quien ha pagado por
mis pecados y presente mi gratuidad a mi único bienhechor.
Dios mío, forma un corazón puro en mi pecho; renuévame
el espíritu recto en mis entrañas. Devuélveme el gozo de tu salación,
robustéceme con espíritu generoso.
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