miércoles, 23 de noviembre de 2016

Tercer Dia




            La dignidad del hombre

Ignoro como apareciste es mi vientre, yo no soy quien te ha dado el espíritu y la vida. 2Mac. 7,22

En los libros de la Biblia especialmente en el cap. 17 del Sirácides, se describe la estructura del hombre: su origen, tiempo de vida, dones espirituales, morales e intelectuales de que viene revestido.
El hombre no viene al azar. No es producto químico de la materia, sino una criatura que trae la imagen y semejanza de su autor. Si el Espíritu Santo no lo dijera, debíamos dudar. Pero El mismo lo confirma una y otra vez en la Palabra, ratificando que el hombre es obra suya, es el reflejo de su aliento.

En dicho capítulo del Sirácides que nos dice que tiene ojos, lengua, cabeza pensadora para que, viendo las cosas, glorificara al creador, llamándolo al libro de la Sabiduría, insensato al hombre que no ha cumplido su misión de glorificador del creador.

Le dio inteligencia, la ley, la ciencia del bien y del mal. Le puso en su mente su ojo interior para que conociera las grandezas de sus obras y ensalzara su nombre.

Guárdense de toda injusticia, todos sus pecados están delante del Señor. Su conducta esta siempre a la vista del Señor. Eternamente ve por dónde anda el hombre, pues todas sus obras están a sus ojos tan claras como el sol.

Guarda la limosna como un sello precioso, conserva un beneficio como la niña de sus ojos. Los recompensara y les pondrá un premio sobre su cabeza. Por eso, San Pablo declara que, aunque el pueblo romano no ha recibido las leyes mosaicas, los libros sagrados es sin embargo, responsable de sus actos porque no ha dado gloria de Dios verdadero, sino a los vicios y criaturas que ellos se han formado como Dioses. Con mayor razón el bautizado, cuya vocación es más exquisita, tiene mayor responsabilidad de vivir según las enseñanzas naturales y evangélicas.

Esta meditación me debe llevar a sopesar mi dignidad humana, conocidas las cualidades que Dios me
 ha dado, Jesús del Gran Poder, ilumíname, porque siendo católico llevo una vida peor que la del pagano romano, cuyos vicios los predicaba y los veneraba como a dioses. Me santiguo, entro a la iglesia católica, pero tengo una multitud de creencias que esclavizan mi vida. Señor, ten piedad.

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